El carácter específico de los óvulos condiciona el juicio ético sobre su intercambio, préstamo o donación
Los óvulos son células portadoras de la identidad del sujeto, capaces de transmitir esa identidad biológica al hijo; son parte de lo que conformará –a lo largo de la vida– su identidad personal. Ninguna otra célula tiene esa propiedad, excepto su complementaria, el espermatozoide: ambas están especializadas para que el hijo reciba la identidad de sus padres. La identidad de un receptor de sangre o de riñones no se altera en una transfusión o un trasplante; en cambio el hijo resultante de fecundar un óvulo de una mujer es una persona distinta a la que nacería de la unión del mismo espermatozoide con un óvulo de otra mujer, o incluso de otro óvulo de la misma mujer (como se ve, a fortiori, en los gemelos univitelinos).
La donación de óvulos como remedio a problemas de infertilidad es moralmente ilícita por ser contraria a la dignidad humana, ya que el óvulo se destina, antes o después, a la fecundación in vitro para una posterior implantación o experimentación. Además, esta técnica priva a los hijos que se obtendrán (que son hijos de la “donante”) del derecho a ser concebido dentro de un matrimonio estable, fruto del amor conyugal. También se niega a esos seres humanos el derecho a conocer a su madre y de ser educados por ella[1]. En concreto, en algunos países, en el protocolo que se sigue para la extracción, la donante renuncia por escrito a todos los derechos sobre los hijos que puedan nacer a partir de sus óvulos donados. Tampoco tiene derecho a conocer la identidad del hijo nacido, ni éste puede conocer la identidad de la donante.
La mujer que da sus óvulos tiene una grave responsabilidad moral hacia sus futuros hijos
La mujer que da sus óvulos debe saber que ella ha transmitido una parte de su identidad a los hijos que nazcan, y tiene una grave responsabilidad moral hacia ellos, aunque tal vez nunca los conozca. Además los óvulos extraídos pueden usarse, una vez fecundados, para otros fines; por ejemplo, para las investigaciones de enfermedades crónicas, genéticas o degenerativas donde se experimente con células madre.
Por otra parte, si bien la mayor parte de los tratamientos de reproducción asistida corresponden a parejas heterosexuales donde la mujer es infértil, también podrían ser beneficiarios de esos óvulos mujeres solteras, o parejas de homosexuales.
La extracción de los óvulos no está exenta de riesgos para la mujer
Tiene que someterse a un tratamiento hormonal de estimulación ovárica, durante dos o tres semanas. La probabilidad de una hiperestimulación con riesgo importante para la salud de una paciente (que requiera hospitalización) es alrededor del 1%. Pueden aparecer otros efectos menos importantes, que sin embargo requieren reposo y administración de fármacos mediante gotero. En el primer contacto con la clínica, o en las informaciones que se publican en internet, se suelen minimizar estos inconvenientes.
Durante el tratamiento de estimulación hay que controlar a la paciente con 3 ó 4 ecografías. Las complicaciones son mayores en las mujeres con ovarios poliquísticos. La extracción dura una media de 15 minutos, se realiza bajo sedación y la paciente puede irse a su casa media hora después.
El mercado de la donación de óvulos
Acerca de la compensación económica, aunque se habla de “donación de óvulos”, en la práctica se está creando un verdadero mercado. El don implica el amor al destinatario, la benevolencia: querer el bien de la persona que recibe el regalo y de cuantos le rodean o caen bajo su responsabilidad. Cuando no se respeta esa “verdad del bien” en que consiste el regalo, no se habla de don, sino de interés comercial o de tráfico.
Fuente [Sacerdotes y seminaristas]
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